jueves, 11 de marzo de 2010

FRASE



La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.

Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.

miércoles, 17 de febrero de 2010

FRASE


El silencio es la virtud de los locos.


Sir Francis Bacon


miércoles, 27 de enero de 2010

TREINTA


Desde que estoy en las habitaciones privadas, mi vida es un infierno. Bueno, las habitaciones privadas aquí son de tres internos. Uno soy yo claro. El segundo es un antiguo marino, un poco rudo pero buena persona, noble y compañero. Pero el otro es el típico loco listillo que consigue sacar de quicio a todos los demás internos. Ahora, como está convencido que, por la crisis, van a comenzar a dar altas a los internos, esta muy preocupado. Dice que si regresa a casa su mujer lo mata. Y no me extraña, a veces a mi también me entran ganas. Cualquier día de estos, en la terapia de grupo, me lo cargo.

Eso si, le encanta perseguir a cuanta mujer se le pone por delante. Es un obseso que no se come ni una rosca, salvo con Flavia Rosa, una ecuatoriana interna que, además de loca, es casi una inválidada que no puede echar a correr. Algunas internas le tienen miedo y no quieren quedarse a solas con él.

Yo, como soy malo, intento que el Doctor Buy descubra su verdadera forma de ser (su verdadera patología más bien) y le "recomiende" hermosas sesiones de electroshock o, en su defecto, una efectiva lototomía.

Infiltrado

jueves, 21 de enero de 2010

VEINTINUEVE





Caminaba despacio. O se deslizaba. Su alma sumida en el caos. Sentimientos encontrados un enero, en un ascensor frente al mar. Subir para nada. Bajar para nada. Tan sólo subir y bajar por el sólo hecho de estar juntos, por la maravilla de subir y bajar juntos, por el rumor a besos que su estómago notaba. Por la brisa de caricias que sus cuerpos deseaban. Su boca se abrió pero no dijo nada. Pudo cogerla de la mano pero no lo hizo. Pudo ver más allá de sus ojos pero no se atrevió a romper el tibio hechizo que mitigaba el frió de ese enero retraido, gris, sin sentido.

La tarde ya amarilleaba cuando se detuvo el tiempo y llovieron estrellas en sus manos. Sólo supo irse, con el corazón helado, con el olvido dibujado en su frente, marchitándose. Una vez más, la vida, su vida, había fracasado.

Y ahora el tiempo pasa nublado y vago, como perdonando la infamia de un adiós ya casi olvidado, el día que la contempló huir, entre nubes sin lluvia, llenas de cometas.


Infiltrado