jueves, 21 de enero de 2010

VEINTINUEVE





Caminaba despacio. O se deslizaba. Su alma sumida en el caos. Sentimientos encontrados un enero, en un ascensor frente al mar. Subir para nada. Bajar para nada. Tan sólo subir y bajar por el sólo hecho de estar juntos, por la maravilla de subir y bajar juntos, por el rumor a besos que su estómago notaba. Por la brisa de caricias que sus cuerpos deseaban. Su boca se abrió pero no dijo nada. Pudo cogerla de la mano pero no lo hizo. Pudo ver más allá de sus ojos pero no se atrevió a romper el tibio hechizo que mitigaba el frió de ese enero retraido, gris, sin sentido.

La tarde ya amarilleaba cuando se detuvo el tiempo y llovieron estrellas en sus manos. Sólo supo irse, con el corazón helado, con el olvido dibujado en su frente, marchitándose. Una vez más, la vida, su vida, había fracasado.

Y ahora el tiempo pasa nublado y vago, como perdonando la infamia de un adiós ya casi olvidado, el día que la contempló huir, entre nubes sin lluvia, llenas de cometas.


Infiltrado

2 comentarios:

Mar y ella dijo...

Una reflexión ,con la mirada pérdoda en el horizonte,de manos en los bolsillos,con mil preguntas ,sin niguna respuesta,y aún así con el amor llenadote de bote a bote el corazón.

Anónimo dijo...

Podrías decir de donde y de quien es esa foto?